Puede que el tiempo nos cure, pero quizás es la cura de los
cobardes.
Me
pregunto cuántas dimensiones perpendiculares habrá para nosotros, si en la
intersección vuelves a ser tú para dejar de ser ése.
Me
pregunto por qué me lo sigo preguntando.
Traes tristeza porque estás enfermo, caótico, tu mundo
tiene unos cimientos de acero absurdo, no ves la calma, no llegas a acariciar
porque tus dedos se desprenden de tu mano, y tu mano a su vez se suelta del
codo, y tus ojos se han vuelto opacos y ya no brillan, el tendón que te
sostiene se ha cortado, dando un latigazo al aire donde estaban nuestro perdón,
nuestro polvo de reconciliación.
Indagar
en tu mente como si fueras John Malkovich.
Porque mi globo ocular se expande, y
la impresión de un pensamiento toma forma en mi retina, o quizás es real y la
luz alcanza todavía.
Él fue mutando en algo impreciso y dañino, y esa caricia esa
disculpa plana que ella necesitaba no llego nunca y nadie le lamía las
mejillas.
Lo patético es ha, como yo soy he.
Y no saber si la complejidad es algo añadido,
un invento mio, o nuestro.
Y lo
noto. Primero empieza un cosquilleo dentro de mi nariz, hace que mis
aletas nasales se expandan, mi garganta también se dilata de forma extraña,
como si el músculo que sujeta mi cabeza y en el que empieza mi lengua se adelantara, si hablase se romperían las frases justo ahí. Todo esa sensación escala por mi nariz directo al lagrimal, et ¡voilà!